En la familia, en la escuela y en la sociedad… necesitamos integrar los valores.

cuando los límites no existen: autoridad y responsabilidad

Los que trabajamos alguna vez en escuelas dentro de lugares muy marginados y a veces no tanto también, convivimos muchas veces con el abuso o el exceso de algunos alumnos, generalmente acompañado del de los padres, que pretenden convertir a los docentes en servidores  bajo amenaza. Es ésta una de las grandes pérdidas dentro de la educación, puesto que parece que hubiera que renegar de la misma, o adquirirla de manera caprichosa, juego que se sostiene entre padres y alumnos, tomando la escuela como quien lo hace con un servicio, y no como lo que es realmente.

Para algunos padres, la educación no puede valerse de las herramientas correctivas (sin las que la educación es imposible), sintiendo que algunos aspectos del proceso educativo normal son equivalentes a “meterse con sus hijos” (quién es uno para decirle a su hijo lo que debe hacer). Esta desacertada apreciación, los trae algunas veces por la escuela con una clara advertencia: el profesor podría «lamentar las consecuencias». Así se supone que la última palabra incluso dentro del ámbito escolar, no la tienen los directivos, ni los docentes, ni siquiera los padres de los alumnos. La tienen los chicos quienes aprueban o no los métodos y normas escolares y transmiten su gusto o disgusto a sus progenitores.

Temas absolutamente controversiales son: ¿Cuáles son nuestras herramientas básicas de educación? ¿Por qué estamos tan solos a la hora de sancionar cuando necesitamos corregir alguna conducta? Si tuviéramos un respaldo que brinde más seguridades a la hora de intentar pautar una convivencia conveniente, y no de eternas determinaciones cuestionadas, sería más fácil educar. Esa nueva costumbre de revisar cada sanción y cuestionarla, desarticula todo intento de ordenar y armonizar la convivencia. 

Necesariamente la autoridad sana debe mantenerse sobre un eje de responsabilidad, que garantice el funcionamiento y la finalidad que  se persigue, en este caso educar. La persona que ejerce autoridad es la mayor responsable de la integridad del bien que se intenta preservar.

Me refiero a la autoridad bien entendida. A la que guía y protege bajo códigos, reglas y estatutos. A la autoridad en la que se delega la tarea de garantizar que algo funcione. Imposible educar sin autoridad y respeto hacia la misma.

¿Cómo se dice basta entonces? ¿Qué cosas hay que tolerar y qué no? Hay una pregunta, para hacerse casi a modo personal. A puertas cerradas dentro del aula nadie conoce como uno el grupo con el que trabaja. ¿Qué clase de docente están necesitando nuestros alumnos? A todas luces que necesitan claridad a la hora de conocer los límites, y seguridad sobre las consecuencias que implica transgredirlos.

En cada lugar y de cada familia vienen los chicos pidiendo lo que les hace falta como pueden, a veces de la peor manera. Realmente se hace necesario revisar y corregir las normas establecidas, jerarquizar la autoridad en tanto es garantía de la salud institucional, devolverle la credibilidad a los métodos correctivos, como necesidad de limitar las acciones en contra de la convivencia sana, para no tener que limitar los contenidos y los objetivos curriculares. Tomarse el trabajo de repasar y verificar que cumplimos cada uno cuestiones elementales, que hacen tanto a la educación, como a la confianza que debe establecerse entre docentes, padres y alumnos. La experiencia nos ha confirmado lo importante y necesario que es:

  • Pautar desde el primer minuto las normas de convivencia elementales, que cosas están permitidas y que cosas no. Cuál es la actitud que esperamos de nuestros alumnos, es increíble pero si uno no se los dice, no saben. Descontemos que intentarán asegurarse hasta el cansancio que seguimos manteniendo las mismas reglas y que además las haremos cumplir.
  • Refuerzo la anterior: asegurarse de que se cumplan las normas anteriores, sin excepciones, y responsabilizar al grupo hacerlas cumplir.
  • Acompañar los trabajos de un gran estímulo, los chicos son muy maleables, hay que encontrar la forma de llegar a ellos. Necesitan que se les diga mil veces que son capaces, cuánto pueden aprender y mejorar. Acompañar siempre los avances de reconocimiento. Estímulo y más estímulo.
  • Atenderlos en forma general y lograr tomarse aunque sea un minuto en particular con cada uno de ellos. No hay que olvidar que actúen como actúen no dejan de querer ganarse nuestra atención y afecto. Necesitan nuestro tiempo.
  • Los más difíciles se benefician enormemente en pequeñas charlas aparte con el profesor. Responden y escuchan de otra manera. Se los debe invitar a colaborar, estimularlos incansablemente en el estudio para que su propia autoestima los invite a mejorar en todos los aspectos.
  • No hay que olvidarse de los padres, una charla previa y cada tanto con ellos los ayuda a colaborar con el docente, en lugar de alejarlos y contraponerse. Muchas veces los padres se sienten observados y criticados, lo que los transforma en enemigos. Es necesario conversar con ellos, explicarles que esperamos, cómo serán nuestras clases y todo lo que tenemos previsto que puedan alcanzar sus hijos, pero que necesitamos su ayuda.(Sabemos que muchas veces es un familiar apenas el que se acerca, quien sea cumpla el rol de tutor es necesario de nuestro lado, puesto que educadores y padres o tutores estamos en función de los menores, es unirse en el esfuerzo de educar y proteger).

Hay mil situaciones dolorosas por las que pasan nuestros alumnos, sería una obviedad decir que aprenden lo que viven, lo que les pasa y lo que no. Tampoco deja de ser parte del conocimiento de cada profe las historias que vemos y escuchamos. Lo más importante es que no deje de importarnos, que si estamos parados frente a ellos, más allá de un montón de calamidades, podemos darles lo que nunca hubieran visto en sus vidas. Es difícil y a veces abrumador, pero estamos allí para algo, vale la pena seguir intentando luego de mil tropiezos, no dejan de ser muchos de nuestros alumnos desafortunados, marginados, maltratados, olvidados….

Con todo esto, pienso que son afortunados en el sentido de tener todavía (algunos) una escuela a la que acudir, un grupo con el cual identificarse y en el que desarrollar afectos y lograr un intercambio con  docentes que a prueba de todo puedan llegar a ellos y generar un pequeño cambio, paso a paso, es como enseñarles a caminar. Ni hablar del tema de las drogas, el alcohol, etc. que llegan a la escuela. No hay límites, realmente en muchos sentidos no los hay, se trata de delimitar de nuevo el terreno, de construir absolutamene todo de nuevo, de convencer y estimular. Con un esfuerzo de parte de todos y cada uno, las cosas pueden mejorar, lenta, pero indudablemente.

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